
Oro, cobre, diamantes y otros metales y piedras preciosas son recursos económicamente valiosos que se puede encontrar en selvas tropicales alrededor del mundo. En la mayoría de casos, la extracción de estos recursos daña los ecosistemas de selva tropical y causa problemas para la gente viviendo cerca o aguas abajo de las operaciones mineras debido al desecho de residuos tóxicos en los sistemas fluviales (p. ej. el mercurio vertido a los ríos). Ha habido casos en que compañías mineras—algunas veces trabajando con autoridades locales o la policía—desplazaron a la fuerza a pobladores nativos fuera de sus tierras con el fin de explotar las riquezas minerales. Ejemplos de este problema son algunas operaciones mineras en Brasil y Perú, así como minería de tierras raras en el Congo y minería de oro y cobre en Indonesia y Papúa Nueva Guinea. En muchas áreas en donde ha habido un “boom” de la minería existe muy poca regulación por parte de los gobiernos. Esta falta de control de las actividades mineras, muchas veces desarrolladas de forma ilegal, ha llevado a la destrucción extrema de los hábitats, el incremento de residuos tóxicos y conflictos sociales entre trabajadores migrantes de otras áreas y las poblaciones nativas de la selva. Estas condiciones promueven una atmósfera de violencia en la cual las poblaciones indígenas son las que más sufren debido a esta actividad.
También ha habido conflictos entre operaciones mineras ilegales de menor escala y varios grupos nativos. Por ejemplo, en varios países de Sudamérica los pobladores nativos que se opusieron a la invasión de tierra y minería ilegal de oro fueron asesinados por los mineros.
Algunos de los depósitos de gas y petróleo más prometedores del mundo se encuentran profundamente arraigados en las selvas tro-picales. Desafortunadamente, las ope-raciones de extracción de gas y petróleo a menudo impactan de forma negativa el medio ambiente y las poblaciones locales. Los proyectos de extracción de gas y petróleo en selvas tropicales provocan el desplazamiento de la población local y contaminan el agua y el suelo. Asimismo, la construcción de caminos hacia zonas de operaciones permite el acceso a áreas previamente inaccesibles, facilitando en muchos casos la deforestación de esas áreas. Los altos precios de los hidrocarburos (gas natural, gasolina y petróleo) en años recientes han estimulado un incremento en la explora-ción de yacimientos en áreas de selva tropical. Ha habido mucha actividad en la parte oeste de la Amazonía—incluyendo a Colombia, Ecuador, Perú y Brasil—región donde los gobiernos han otorgado grandes áreas en concesión para exploración y explotación a compañías transnacionales. Más del 70 por ciento de la Amazonía peruana, incluyendo territorios indígenas y áreas naturales protegidas, es ahora objeto de concesiones de gas y petróleo.
Las represas también son una gran amenaza para las selvas tropicales. En particular, las represas existentes y las decenas de represas aprobadas o en construcción son serias amenazas para los ecosistemas en la Amazonía, la cuenca del río Mekong (en Laos y Birmania o Myanmar) y en Malasia. Las represas inte-rrumpen los sistemas fluviales, inundan de forma permanente grandes áreas de selva, desplazan a la población local y facilitan actividades que causan más deforestación. Asimismo, las represas interrumpen la migración de muchas especies de peces que típicamente utilizan las cabeceras de los ríos en época de desove. En Sarawak, que es la parte de Borneo que pertenece a Malasia, se ha planificado la construcción de más de una docena de represas. Estas represas van a forzar a miles de personas a desplazarse y además van a causar la inundación de grandes áreas de selva. Una buena parte de la energía generada por estas represas va a ser utilizada para actividades de minería de gran escala, provocando una destrucción aún mayor. Asimismo, en Brasil, la represa de Belo Monte va a bloquear el flujo del río Xingú, el cual es un afluente del Amazonas, inundando más de 40,000 hectáreas (100,000 acres) y desplazando más de 15,000 personas. La electricidad generada por el proyecto va a ser utilizada en actividades mineras y agrícolas que a su vez destruirán aún más selva tropical. La población indígena, los científicos y los ambientalistas se oponen firmemente a este proyecto.