
Como las plantas crecen durante todo el año en la selva tropical, éstas necesitan defenderse constantemente del ataque de diferentes tipos de depredadores. Sus defensas son generalmente mecánicas y bioquímicas. Las defensas mecánicas incluyen espinas y pelos urticantes. Las defensas bioquímicas incluyen compuestos químicos que son tóxicos o hacen que las hojas tengan mal sabor o causen irritación a la piel.
Muchos insectos se han adaptado a estos compuestos y pue-den tolerarlos. En estos casos, los insectos comen plantas que normalmente afectan a otros insectos.
Algunos de estos insectos se han especializado en utilizar los compuestos químicos de las plantas para generar su propia protección, la cual está basada en toxinas que a su vez los hacen venenosos y los protegen contra sus depredadores. En otras palabras, estos insectos tienen muy mal sabor.
Pero eso no es todo: el ciclo algunas veces continúa hacia arriba en la cadena alimenticia. Por ejemplo, las ranas venenosas—llamadas así porque tienen toxinas que son usadas por algunos grupos indígenas para envenenar la punta de sus flechas—obtienen su veneno de los insectos y ácaros que comen (los ácaros son parecidos a garrapatas microscópicas).
Los animales venenosos son generalmente muy coloridos. Sus colores muy vivos sirven como una advertencia para los depredadores, como para decirles que se mantengan lejos. Sólo toma una o dos experiencias para un depredador, para aprender que comerse a una presa tóxica puede causar un malestar e intoxicación muy grande. Como consecuencia, los depredadores aprenden que deben evitar atacar y comer estas especies tóxicas.
Sin embargo, muchas especies de la selva tropical usan otra estrategia: el camuflaje, el cual les permite mezclarse con sus alrede-dores y no ser vistos fácilmente. Muchos insectos, anfibios, reptiles, aves e incluso mamíferos—como gatos grandes—se basan en camuflaje para ocultarse de los depredadores o para acechar a sus presas.